Siempre hubo movimientos que buscaron romper con lo establecido, a través de la música, el cine, la literatura. Suele denominarse a estas corrientes como la contracultura o la cultura alternativa, que en sus orígenes era la realización de las aspiraciones y sueños de un grupo social marginal, con actitud rebelde hacia el sistema. El choque, la provocación y el inconformismo fueron su bandera.
En el siglo XX, la generación beat, el hippismo, los rude boy, el punk rock, entre otros, tomaron este emblema y revolucionaron los parámetros artísticos de su época. Permanecer al margen del mercado y manifestándose activamente en su contra era la manera de autentificar su lucha.
Actualmente, en el país, tenemos una superpoblación de tribus urbanas que buscan recrear esta actitud, pero lo que logran es generar un gran mercado de modas que se apropian de este subgénero estético en función de sus intereses. La otra cara es la cultura que se define como independiente y se enorgullece de permanecer en el under, conocidos por unos pocos iluminados de actitud snob.
Hay artistas que sinceramente buscan recrear el ideal de cultura alternativa y muchos medios y posibilidades para que lo logren, pero es fundamental que tengan en claro sus objetivos y no se corrompan en el camino. Para ello deben armonizar su afán por diferenciarse, y a su vez, tratar llegar a la mayor cantidad de personas y que su mensaje logre aportar al cambio que buscan en la sociedad. Y lo fundamental: deben tener algo que decir, no es sólo una cuestión de actitud.
En una sala de la Casa de la Cultura de Ituzaingó, 30 personas aproximadamente observan la pantalla con atención. Luego de la proyección del corto realizado hace instantes, in situ, filmado, montado y editado en simultáneo, se abre el debate y las críticas. Raúl Perrone toma la palabra y acto seguido, da el cierre a la última clase del año del Taller Municipal de Cine, junto con el anuncio de la proyección de los cortos finales el sábado 28 en el Auditoriun La Torcaza (en Ituzaingó, por supuesto).
La charla continúa en un bar donde acostumbra a ir con el grupo de alumnos luego de cada clase: “El bar te permite otra aproximación, poder charlar”. Este director de culto del cine independiente, brinda cada jueves y sábados un taller gratuito de cine desde hace 8 años, donde comparte sus experiencia y la visión que tiene del séptimo arte, “hay una proyección del se puede, no hay que tener un palo para hacer una película, tenés que tener ideas, ganas”. Por otro lado, exalta la práctica sobre la teoría y recursos, y hace gran hincapié en el estímulo a los alumnos: “Yo me preocupo en enseñarles que pueden, les digo, miren yo a los 18 años cuando arranqué con el super 8, si hubiera tenido un lugar o alguien que me dijera: `flaco, mirá se puede hacer esto´, hubiera sido un mejor tipo, hubiera hecho mucho más de lo que hice solo. Trato de darles mucha motivación”.
Las películas de ElPerro se caracterizan por un realismo poético, sumado a la estética del formato de video (o como en La navidad de Ofelia y Galván, que está filmada con una cámara de fotos digital), los planos y la riqueza de los personajes y la historia. “Soy un cronista de la vida. No un protagonista, lo que tengo son ideas. Creo que hay algunas películas que está bueno que te
sigan funcionando en la cabeza después que la viste. Que se yo, a mi Harry Potter… por ahí digo bueno, que bueno… pero salís del cine y te tomás una cerveza y te olvidás de la película”.
Los films más conocidos de Perrone fueron la trilogía de Labios de churrasco (1994), Graciadió(1997) y 5 pal` peso (1998), donde narra la vida de unos jóvenes de Ituzaingó.
"Una vez uno me dijo algo muy groso: loco, vos no sos careta, y yo creo que eso vale”. Cuenta que luego de ellas comenzó a conformarse un círculo de fieles seguidores y menciona que la clave es “que crean lo que vos decís, ese es el mejor patrimonio. Yo hice la trilogía cuando tenía 38”.
Otra característica típica es su capacidad de desarrollar una película a partir de un disparador impensado. En alusión a La mecha (2003), ironiza: “¿Cómo voy a hacer una película con un viejo que busca una mecha, ¿entendés? otro tipo no ve una película ahí”. Sin embargo, la cotidianeidad y los hechos aparentemente sin sentido son muy bien aprovechados para contar historias de otra manera. “Eric Rohmer en su época de escritor que dijo algo así: las películas son el único medio que enaltece a los actos cotidianos y no los hace ordinarios ni nada, al contrario, los eleva a una categoría como ningún otro arte lo puede hacer”. Perrone cuenta que esa misma frase es la que le dio el título a su próxima película a estrenar en el BAFICI 2010, Los actos cotidianos: “Ahí dije ¡guau! porque en realidad, todos mis films son un gran acto cotidiano, los pibes que se juntan en la esquina a tomarcerveza, las minitas hablando en una cama de los tipos... Lo que pasa es que dejan de ser cotidianos porque están poetizados de alguna manera”. Artesanal, independiente, El Perro brinda una caricatura realista y fuera de serie del barrio y sus personajes, con pinceladas que reflejan una sociedad en decadencia que invita a pensar sin pasar por el sensacionalismo burdo.
:::Transmitir un legado
“Para mí el cine es la práctica sobre la teoría. Creo que la teoría es una pedorrada, que está buena hasta ahí, pero si vos no hacés, no te equivocás, si no te equivocás no aprendés.”
Además de disfrutar del taller y de encontrar a parte de su staff en el mismo, Perrone brinda herramientas valiosísimas para cualquier aprendiz de cine, tanto a nivel profesional, como a nivel personal: “Acá yo formo gente, entonces lo que hacés es aprender a trabajar sin miedo. El mayor problema que tenemos somos nosotros mismos, nos boicoteamos, entonces si yo te conecto pilas o te hago creer más en vos de los que vos creés”.Cuenta que considera fundamental estar continuamente con proyectos haciendo cosas por llevarlos a cabo, no quedarse en las ideas nomás. “Lo que tiene de bueno esto es que te genera una mística que es lo que a mí me interesa. Lo que percibís es como mucha adrenalina de laburo y me gusta mucho que los pibes encuentren el camino”.
Como maestro, transmite una prolijidad que no deja librado detalle al azar a la hora de contar una historia. “Les digo que aunque sea un ejercicio , traten de contar algo,no es que “pongo la cámara acá arriba porque queda linda”, no, ponela ahí arriba y contame por qué la pusiste. A mí me parece que hay como sueños compartidos, no sé, está bueno, no? Que la gente tenga deseos. Una vez me dijo un amigo que los deseos, lo único que tienende malo es que se cumplen entonces hay que tener deseos,¿no?”
::: Querer es poder
Según relata, fue hacia los `80 cuando repuntó su pasión por el cine. Luego de dedicarse varios años a la ilustración gráfica, el Perro vió en el formato de video (VHS), una forma de plasmar sus ideas en películas.
“Sabía que se venía otra cosa que no sabía cual era. Algunos dicen que soy un visionario, aunque me parece demasiado la palabra. No era como ahora que existe el digital, cámara de fotos, celulares: o lo hacías en 35 o no filmabas, todo una pedorrada a nivel institución, y yo caprichosamente o por prepotencia de laburo, como decía Roberto Arlt, hacía películas en video.” Diferenciándose de cualquier dogma o encasillamiento, dice:
“Hago películas, no hago video arte, hago películas y lo cuento con lo que puedo. Hoy queda más sofisticado decir `las grabo en digital´, bueno, me cago, es lo mismo…A mí me gusta como las mujeres se ven sin maquillaje”.
Auténtico y rebelde, Raúl Perrone demuestra que no todo el cine nacional más de lo mismo, y que no hace falta vender el alma para llegar donde uno quiere.
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Raúl Perrone es un referente del cine independiente. Sus obras se caracterizaron desde el principio por romper con las estructuras: fue uno de los pioneros en hacer cine en VHS. Uno de los puntos de su decálogo, su manifiesto- guía es, justamente, “cagarse en el formato”, entre otras recomendaciones, como: filmar con una sóla cámara, mucho en exteriores para ahorrar luz, con un equipo no superior a las 8 personas; rodajes de no más de 8 días; tirar una toma o dos; trabajar con músicos de rock y algunos vecinos.
Director de culto, el Perro, mezcla el barrio con una pasión por experimentar con la estética poética de los planos, marca un estilo. Artesanal y minimalista, con cada propuesta busca reflejar la otra cara de la vida cotidiana. Algunas de sus películas: la trilogía antes mencionada, Chamuyando (1993),Zapada, una comedia beat (1998),Peluca y marisita(2001), La mecha (2003), Ocho años después (2005), Canadá (2007), Bonus track y 180 grados (2009).
En su carrera se destacan, la Mención honoraria en el Festival de cine de Buenos Aires, por Late un corazón, (BAFICI 2002); el Premio Especial del jurado del Festival Internacional de Cine de Friburgo en Suiza, por La mecha (2004), que además participó en los festivales de Montreal, San Sebastián, Bélgica, San Diego, Toulouse; el Premio al Mejor Director de la "Selección Oficial Argentina", en el Festival de cine de Buenos Aires, por Canadá (BAFICI 2007). Recientemente se exhibió Bonus Tracken la 5ta edición del MARFICI, y dentro del Festival Internacional de Cinema de Brasilia XI FICBRASÍLIA (2009). Se prepara para el año que viene, una muestra con 20 de sus películas en el MALBA.
City Bell, un lugar muy tranquilo y bello, lo suficientemente alejado del ruido de la ciudad, es un sitio de inspiración y reflexión. Por el camino de tierra, la quinta donde Santiago Barrionuevo, cantante de El Mató a un Policía Motorizado, armó su bunker para dibujar y grabar sus canciones, es la metáfora perfecta del estilo musical que busca: despreocupado, artesanal, llena de arte y vivencias. “Es la casa de vacaciones de un amigo”, cuenta, “me vine acá para terminar las ilustraciones del libro de Fabián Casas, que va a sacar para chicos: Tita viaja al cosmos con Mariano, de un chico y su perra que van al espacio” mientras muestra los afiches que acaba de escanear. Santiago no luce como una estrella derock indie, sino como un chico de barrio, simple y tímido a veces, habla de la banda como algo que le apasiona y según dice, “la clave es hacer lo que te gusta y de corazón, porque la gente lo nota y eso genera cosas”. Él se encarga de hacer los flyers para las presentaciones y demás tareas de prensa de El mató. Además, con el sello Laptra, dan forma a sus discos de manera independiente, junto con otras bandas de esa “comunidad de artistas”, como 107 faunos,Prietto viaja al cosmos con Mariano, Shaman y los Hombres en llamas, Los Reyes del Falsete, entre otros.
El estilo de El mató a un policía motorizado se conforma con un sonido inflamable, con una base potente de la batería de Willie (Doctora Muerte), y la guitarra de Gusti (El niño Elefante), mientras que Manu (Pantro Puto) y Santiago (Motorizado), completan con las rítmicas. Las letras, acusadas de simples y demasiado breves, como la de Chica Rutera, están cargadas de vivencias y juegos con el lenguaje “somos enemigos del cliché, nos gusta decir las cosas de otra manera, no literal, buscarle la vuelta para que te haga ese clic y ahí lo entiendas. No me va cuando es literal, cuando te dicen lo que tenés que hacer o lo que no…. No me cabe que me eduquen de forma tan estúpida. Está bueno darse cuenta de las cosas solo, empujar a eso, hablar de eso, creo que así llega más”, explica Santiago. El mató busca un estilo que cierre por todos lados “quisimos trabajar con un concepto que vaya más allá, desde la creación de los afiches, hasta abarcar las letras de las canciones”, refiriéndose a la temática de la trilogía de LP: Navidad de reserva, Un millón de euros, y Día de los muertos; inspirados en profecías mayas e historias de zombies, de las cuales se declara fanático, junto con los chicos.
Con influencias como Ramones, Embajada Boliviana (grupo platense), Sonic Youth, Pixies, Jesus and Mery Chain, y Nirvana, Santiago reconoce que le encanta el último disco de Jorge Serrano (de Los Auténticos Decadentes) y no puede dejar de escucharlo “es un gran compositor”, suelta mientras deja Alamut de fondo. El Chango, como le dicen sus amigos y seguidores de la banda, tiene grabados un par de temas de su autoría “que no da para tocarlos con El mató, ¡los chicos me sacan a patadas!, son temas más personales, más tranquilos, más acústicos… quiero sacarlos también, no quiero guardarlos en la computadora para siempre”, aunque todavía los muestra con cierta vergüenza porque reflejan su lado más sentimental, Amor en el cine, Mujeres bellas y fuertes,El gomoso y Chica con rencor son algunos de los títulos.
El crecimiento de la banda y de sus integrantes se refleja en cada show, donde se los ve cada vez más cómodos en escena y justo a su público “es increíble, a mí me emociona un montón. Antes era más tímido, pero ahora me animo a mirar un poco, en los recitales me dan ganas de decir algo como ¡lo que está pasando acá es increíble! pero me da un poco de vergüenza, entonces suelto un gracias, gracias… y me hago el boludo. Se genera un clima festivo, pero también emocional, veo que están todos contentos, sonriendo, dándose besos y es genial que pase todo eso, es conmovedor”.
“Internet y las notas en medios gráficos ayudaron mucho a nuestra difusión”, sumado a la participación en la banda sonora de la película Los paranoicos, intervenciones en urban art y numerosas presentaciones en lugares grandes y chicos, comenta que están por sacar su primer video. Sin demostrar interés por ingresar en el mercado comercial, cuenta que “una vez nos pidieron algo de I-Sat y no teníamos nada. Tal vez lo lancemos en algún recital o algo así, me gustaría en algún festival… nacional o internacional, no sé, estaría bueno”. El corte elegido, Día de los muertos, que no es el más hitero, afirma, está inspirado en la estética de la película Mad Max, “Willie y Manu fueron a actuar, pero no se les va a ver la cara, son una especie de personajes post-apocalípticos, de una pandilla de linyeras del futuro, no aparecemos nosotros tocando ni nada, no es el clásico video clip”. Con diversos proyectos como libros de poemas, discos solistas, y hasta un piloto para una serie estilo sitcom, El mató a un policía motorizado no deja de prometer sobre nuevas formas de expresión y los estilos alternativos de comunicar, para aquellos que buscan a través de la música y el arte, esa liberación.
::: En la segunda edición del Festival Cinzano InEdit se presentó el documental PUNK NOT DEAD, de la directora y productora Susan Dynner. En la sala llena del Atlas Recoleta, Walas disparó una presentación con ánimo de polémica: el punk está muerto, dijo, ya se los habíamos anticipado con el tema de Massacre Palestina en el 87. Los espectadores le contestaron, a los gritos, que todo lo contrario. Walas -que contaba con la ventaja de haber visto el largo antes, y también de haber sido un poco vapuleado como frontman antes- no pidió disculpas. Los mismos espectadores, hicieron después (hicimos) toda una declaración de distancia con respecto a lo que supuestamente íbamos a ver en pantalla cuando, a la media hora de haber arrancado dos veces el film en inglés sin subtítulos, no pasaron de algunos silbidos y quejas desde sus asientos. La película continuaría todo su metraje sin traducción. Walas no podría haber buscado una escena mejor para convalidar su punto de vista. ::: Punk´s not dead es un docuemntal de 2008 que busca demostrar que, a pesar de la interacción con el sector comercial y de la absorción mainstream de su estética -y como dogmáticamente su título lo indica- el punk no ha muerto. Tiene, para esto, dos respuestas y, por esto, dos problemas. Para empezar, su gran problema es el punk mismo: un movimiento surgido de la reacción, violento, intempestivo, antiprogramático a excepción del Do It Yourself, y aún más complicado por la propuesta aquella de vivir rápido y morir joven. Si está vivo o muerto parece dejar lugar acá para una pregunta más polémica: si vive, en qué condiciones. Es que en esta película, la respuesta parece bifurcarse entre los que "se incorporaron al sistema" pero se siguen /los siguen etiquetando como alguna variante híbrida del punk, y los otros, que permanecen lo más ajenos que pueden y siguen haciendo giras como hace veinte años, acompañados de esposa e hijos. El otro pecado del film es una mirada demasiado centrada en la escena punk de las universidades de los Estados Unidos. Además, dedica una importante porción de metraje al cooptadísimo punk de principios de los noventa- The Offspring, Green Day, Nirvana (?), Sum41-; bandas con las que, dato aparte, mi generación tiene el problema de haberlas conocido consagradas via MTV Awards. Resulta una lástima que en esa elección se pierda la oportunidad de expandir la mirada, de bucear por esa veta punk en otras latitudes, cuya mugre y furia son hoy tal vez más cercanas a las condiciones en las que donde surgió el punk -origen del que no reniega esa presentación prometedora en la que la directora contrasta la escena subterránea londinense con el discurso de su working class en plena recesión thatcherista. No por nada explicaban los Ramones en un -este sí- conmovedor y genial documental como es End of the Century que su música le llegaba más a los chicos del tercer mundo porque no había como el día a día de ellos para entender qué era el no future. En esa división se diluye el documental, que se queda con la cáscara de una polémica al que Massacre le contesta con furia contundente veinte años atrás. ::: Una cuestión soslayada, pero que podría estallar en discusiones harto más interesantes que determinar el estado del paciente, sería por ejemplo, intentar una respuesta a qué es el punk. Una forma de pararse frente a la vida más que un inventario de bandas, un discurso, una ética, un estilo más que un género, una mentalidad más que una etiqueta en una batea, todas las anteriores, ninguna de las anteriores. Subimos la apuesta: qué es el punk hoy, en un contexto que como anticipaba Massacre, se apropia del gesto de la rebelión y la convierte en disco es cultura, en un arsenal de la Bond Street, en música de fondo para el baile en el caño. También así, la glorificación de esas bandas eternas como Social Distortion o Stiff Little Fingers que aparecen en pantalla con el sólo mérito de haber permanecido en la ruta tres décadas se acercaría más a lo que los moviliza a seguir adelante y un poco menos a la aproximación nostálgica que hace Susan. Incluso, en esa línea podría tener cabida la afirmación de uno de los músicos que dice que el punk antes era rebelarse, y ahora divertirse, o a la misma explicación de que no hay nada más punk para algunos que ganar dinero. Preguntarse qué es el punk no solamente sería excluir la posibilidad del velatorio a cajón abierto que parece por momentos este film, seguramente empedrado de buenas intenciones. Sería proponer una pregunta que puede haber quedado por decisión misma de la directora fuera de lo planeado acá, pero que obliga a otra mirada, expulsa los fundamentalismos y se aleja del status quo. Una pregunta, sin duda, mucho más punk.
Style Wars es otro de los documentales que se presentó en el festival que auspició Cinzano. En la sala del Atlas Santa Fé, unas pocas decenas de espectadores tuvieron la oportunidad de ver esta película que recorre el surgimiento del graffiti a comienzos de los ochenta, en los costados de los trenes que cruzan Nueva York. Con una aproximación casi de estudio sociológico al tema, y una narración cuidadosa y detallista, el documental de Tony Silver y Henry Chalfant no deja área sin revisar: desde la iniciación de los graffiteros, las reglas de camaradería y las internas entre grupos, cómo consiguen los materiales, cómo llevan a cabo la realización de los gráficos, la elección del lugar de la obra, los desafíos de la profesión ( riesgos físicos, con las autoridades, con los padres ), hasta sus objetivos, su futuro, el anonimato y la firma, la inserción en el mundo del Arte con mayúsculas, las campañas de prensa en su contra. La película ofrece un panorama de época que comienza por dividir el fenómeno en tres: considera el rap como la oralidad del nuevo movimiento, el graffiti como la palabra escrita y el break dance, su expresión corporal. Es así que el director explaya con imágenes de los gráficos en los ferrocarriles y en las paredes -prácticamente, un archivo de recuperación histórica, ya que la mayoría de ellos fueron borrados-, de la mano de la música que los acompañaba a hacerlos y exitosamente puntuado por testimonios en primera persona.
Las guerras de estilo a las que hace mención el título son dos. Por un lado, entre los mismos graffiteros, por territorio, estilo, generaciones. Por otro, quizás la más interesante, la "guerrilla" contra los alcaldes y policías neoyorkinos que despreciaban los graffitis por motivos estéticos y económicos (y que pusieron en práctica acciones hasta el absurdo del alambre de púas para evitar que los jóvenes pasaran a los depósitos a pintar los trenes). Historia del surgimiento de un movimiento popular y contra cultural, el relato se enriquece con los testimonios de las autoridades a la hora de hablar de esta disputa por el espacio público y por un modelo de ciudad. Style Wars retoma, con gran calidad, el momento y el lugar exactos para comprender la génesis de un fenómeno que transita entre los andenes, las huidas de la policía, las galerías de arte y la gráfica publicitaria de los últimos veinte años. Y resulta interesante, entonces, tanto para entendidos en el tema (sea este arte, ciudad, trasgresión, política) como para recién llegados.
Los teatros de la avenida Corrientes condicionaron a sus espectadores, casi como un esquema estímulo – respuesta, a saber que el cierre del telón es único y suficiente indicio de que la obra ha finalizado. El público, guionado por el sentido común, debe aplaudir y luego retirarse del teatro.
En oposición a este ritual, el teatro experimental en una propuesta diferente, quiebra los límites de la relación actor/espectador derribando la cuarta pared y extendiéndose hacia la comunidad. Basta con caminar tan solo unos pasos más, y atreverse a desviarse del típico recorrido de siempre, para encontrar calles perpendiculares, en un mapa casi invisible, con miles de propuestas alternativas que no son promocionadas con carteles luminosos ni glamorosas decoraciones, sino, con el boca a boca. Allí, hay miles de científicos del teatro experimentando en laboratorios de arte, buscando nuevas formas de desarticular las relaciones con el público. Una de ellas es la compañía teatral “La comedia”, que se ha propuesto utilizar el teatro como vehículo de valores, retroalimentando sus obras con todo lo que la comunidad tiene para ofrecerles para luego ser retribuido. No trabajan con fórmulas dadas, no existen moldes a los que ajustarse, tampoco hay formato, y basta con estar dispuesto a entregar todo y estar abierto a la falla constante para ser parte del elenco.
“La comedia”, se destaca por hacer concientes a los espectadores de sí mismos. En plena obra, sin temer a lo impredecible, derrumban la cuarta pared invisible que los separa del público. Allí cualquier cosa puede pasar y el actor debe estar preparado. Esto, hace posible que ninguna función sea igual a la anterior o a la próxima. Desde un desnudo total en escena, en el que un personaje interpela a un espectador al azar directo a los ojos, mientras le dice “Se tú mismo”, hasta buscar un espectador y llevarlo al medio del escenario para hacerlo dialogar con los personajes, son algunas de las formas por las cuales “La Comedia” hace vibrar al público y destroza sin previo aviso su pasividad.
El espacio es fundamental para desestructurar las relaciones, y por esto, han optado por actuar sobre un escenario “arena” en el que, a diferencia del “italiano”, los actores se disponen al mismo nivel que el público, equilibrando e invitándolos a ser parte del mundo que han creado, incorporándolos y predisponiéndolos a formar parte.
Una de las experiencias más ricas que han vivido fue en la ciudad de Sao Pablo, Brasil, en el contexto del “Primer encuentro latinoamericano de teatro en comunidad”. Allí, reinterpretaron “El Quijote”, adaptación de la novela de Miguel de Cervantes Saavedra. Su estadía, no se limito a la pura actuación, si no, que convivieron e intercambiaron experiencias con miles de jóvenes de todo Latinoamérica e incluso con los más variados habitantes de la zona, absorbiendo valores que luego eran llevados a escena. Aquí, se puso de manifiesto otra forma de experimentar, ya que, realizaron el mismos show en dos lugares antagónicos. En un primer momento lo presentaron con público de la ciudad y luego con gente de las favelas. Las diferencias en la reacción ante la interpelación de los actores hacia los espectadores demostraron la importancia del público, y que es posible realizar teatro incorporando los aspectos más humanos mediante el intercambio total, sin guiones preestablecidos, sin paredes, alimentando el alma y el cuerpo a pleno.
************* El teatro es tomado por organismos de ayuda social como factor integrador, como una opción contenedora de sujetos marginados de la sociedad. Muchos de ellos, excluidos y destinados a la miseria. Bajo el programa “Teatro para la integración” llevado adelante por la asociación civil sin fines de lucro “Quijotada”, cientos de niños y jóvenes son ayudados a generar más y mejores oportunidades que eleven su calidad de vida. Desde su blog, indican que trabajan “Para que cada uno ocupe el lugar que le corresponde, y no el que le asignaron”. El éxito de este programa, que ya lleva más de seis años sobre el escenario, fue premiado por la fundación “Diario La Nación” en el 2008 por su gran compromiso al apostar a los sectores más marginados del país. Quijotada, bajo ningún aspecto constituye un “gueto”, y por esto cuenta con una gran diversidad de beneficiarios como: niños, adolescentes y jóvenes entre 6 y 22 años de edad, familias en condiciones de pobreza extrema y aquellas que viven del cirujeo. También, a la Quijotada se han incorporado “Quijotes” de otra procedencia social, clase media baja y jóvenes de clase media, con necesidades básicas cubiertas por su familia. Además, participan también de los proyectos, bajo la forma de voluntariado: docentes de áreas como salud, educación, arte, derecho y las ONG´S: CIESO, AMMA Salud, SRATEGOS. Esta diversidad de actores garantiza una real integración social de los sujetos. En conjunto, todos ellos, han presentado ya más de 20 obras de teatro dentro y fuera de la provincia de Córdoba. *************************
La primera sensación es que se trata de un grupo de amigos que por esta noche se juntaron a tocar algunas canciones, sin mayor ambición que pasar un buen rato. Y la sensación persiste durante la hora y media de recital. Es que los integrantes de Onda Vaga se ubican en cualquier lugar, todos sentados como si estuviesen en una reunión, cambian de posición; todos tocan todos los instrumentos, cantan todos juntos. No parece haber líder ni jerarquías entre ellos. La buena relación que mantienen se nota. Y la transmiten al público.
La banda nació en el verano de 2007, en las playas uruguayas de Cabo Polonio, con el propósito de tocar en bares y fiestas. Hoy, casi tres años después, Onda Vaga pasó de ser aquel proyecto estival a convertirse en una de las bandas con mayor proyección a nivel nacional. Músicos consagrados ya han puesto el ojo en este grupo de jóvenes. Manu Chao y Andrés Calamaro los han elogiado. Fito Páez admitió ser su gran admirador, y ya los invitó a tocar con él en La Trastienda. Grandes reconocientos para no haber cumplido aún los tres años.
Con un disco editado, “Fuerte y caliente”, el año pasado participaron de una serie de recitales en la Castorera, y este año se estuvieron presentado en Ciudad Cultural Konex, todos los domingos de noviembre, con gran éxito y llenando localidades. “Han hecho que esperemos ansiosos que llegue el domingo, así venimos a tocar”, dice uno de los integrantes, agradeciendo la presencia del público. La cantidad de seguidores crece muy rápidamente, pero el grupo no pierde la esencia y tocan de la misma manera que cuando arrancaron hace unos años. Imposible de definir en un género específico, Onda Vaga realiza una mezcla novedosa y muy bien lograda de diversos ritmos, con una fuerte impronta rioplatense, teniendo como resultado una de las propuestas musicales más originales de los últimos años. “Rumba-reggae-cumbia-folk-rock alegre” es lo que hacen, según lo definen ellos mismos. Y la calificación de alegre es más que atinada, ya que es probablemente sea la característica fundamental de su show, en donde, a base de frescura y espontaneidad repasan su repertorio sin perder la energía y la jovialidad en ningún momento, desde el primero al último tema.
El vínculo de identificación con el público dura lo que dura el recital. La intensidad de su música no decae con el correr de la presentación. Y esto prescindiendo de cualquier instrumento eléctrico: otra de las características de Onda Vaga es que todo lo que tocan es acústico. Trombón, trompeta, contrabajo, guitarra, charango, maracas, pandereta, cajón peruano, entre otros, entran y salen del escenario, para pasar por las manos de cada músico y llamar a la fiesta canción tras canción.
La aparición de Onda Vaga es un soplo de aire fresco para la música nacional. A base de experimentación y búsqueda de nuevas alternativas musicales han encontrado un sonido innovador, rescatando géneros de la más tradicional cultura popular (no solo argentina sino latinoamericana), juntando al rock con la cumbia, al reggae con el tango, y logrando canciones que llegan directamente al público argentino. Una banda que de mantenerse en esta línea logrará sin duda convertirse en piedra fundamental de la música popular de nuestro país.
Agosto de 2009. El sol entibia la tarde de invierno. De este lado de las rejas, la plaza Almagro está llena de chicos jugando a la pelota, vecinos corriendo, paseando a los perros o tomando mate. A un costado de todos ellos, Diego y Ariel Sima, creadores de la banda Farmacia, se escudan más de la luz que de las miradas de los seguidores. Es el primer día que salen a la calle después de varias fechas de trabajo ininterrumpido en el estudio de grabación, donde comenzaron a preparar el disco que será el sucesor de Nada de Nada, su debut de 2007. Pasar tanto tiempo juntos no siempre termina de la mejor manera: “imaginate encerrar un león con un ratón”, grafica Diego antes de discutir con su hermano sobre quién de ellos sería cada animal.
Aunque admiten que recién lo empezaron, los integrantes de Farmacia esperan tener listo su próximo álbum para el año que viene. Esta tranquilidad en cuanto a los plazos de entrega parece ser uno de los beneficios de formar parte de un sello independiente (Discos Sordos), pero no es el único. “Vamos a hacer la tapa, las fotos, todo como lo queremos y no va a haber ninguna imposición. No va a haber tampoco ninguna barrera en el disco; eso es lo divertido y lo puro de crearlo”, cuenta Diego mientras le devuelve la pelota al grupo de chicos que juegan al fútbol cerca suyo. “Hacemos lo que se nos canta”, dispara, y admite que “no les preocupa gustarle a todo el mundo” pero sí que los integrantes de la banda estén conformes con lo que hacen.
El electropop de Farmacia frecuenta el circuito musical independiente porteño desde hace varios años y ya compartió fecha en algún festival con grupos de la talla de Massive Attack y Human League. Antes de internarse frente a las consolas, hizo un show en La Plata, en el marco de las fiestas Love. Diego, el cantante del grupo, destaca que les encantó la recepción del público “porque eran muy eufóricos, saltaban, cantaban, bailaban los temas”. ¿Pero cómo son ellos como espectadores, cuando les toca estar del otro lado del micrófono? Para burla de su hermano, Diego se define como un “claustrofóbico en el quilombo” y no disfruta de los recitales masivos: “cuando siento que hay mucha gente, que me ponen un codazo en la mandíbula, o que de repente, tengo que hacer esto –dice mientras salta en el lugar- ya no tengo ganas. Por más que me guste la banda, me siento incómodo”. Pero es Ariel quien asume que, en parte, también dejaron de ir a ver bandas porque sentían más ganas de estar arriba del escenario que como público.
El cantante reconoce que el grupo disfruta de la influencia de "todos los grupos a los que les corra sangre por las venas" y nombra desde "Bruce Springsteen hasta gente que está muerta, como Luca Prodan o Federico Moura"."Muertos y vivos con sangre: ésa es la combinación perfecta", piensa en voz alta.
Sus propias presentaciones en vivo, que como sus videos y fotos se encuentran disponibles en la docena de sitios propios que tiene la banda en la web*, con la idea de que el público “pueda conocerlo todo a vez”, están fuertemente apoyados en lo visual. En los shows y videoclips, los miembros de Farmacia aparecen vestidos con ambos blancos y barbijos, y con la cruz de neón que identifica a los negocios del ramo de fondo.
Esta cierta predisposición lúdica que propone Farmacia se alimenta de anécdotas como la que relata Diego, acerca de la filmación de uno de sus videos: "cuando filmamos el video de “Te puedo abrazar”fuimos a hacerlo a una terraza, con una cruz de neón prendida. En cierto momento, Sebastián (Rodríguez Porto) rompió el neón sin querer y, como todavía estábamos en el medio de la filmación, tuvimos que terminarla con el neón roto. En base a eso, después, se hizo otro video del mismo tema que se llama “Muerte Mix” en el que, al final, aparece Sebastián con una guitarra destrozándolo: la muerte del neón. Son cosas espontáneas, improvisadas, algo diferente de la versión original.
“Lo más importante es la música”, dice Ariel al respecto, “lo que pasa es que tiene que estar acompañada de un montón de otras cosas”. Y el hermano mayor completa: “si lo que suena está bueno en vivo y te gusta verlo, ya aparecen más sentidos aparte del de la audición”.
En 2008, se interpretaron a sí mismos tocando el tema que da nombre al álbum en la película “Los Paranoicos”, a pedido de su director, fan de la banda. Por su parte, el film, que se está exhibiendo en festivales de todo el mundo, les reportó nuevos seguidores que escucharon la canción y la buscaron. “Montones de veces pensamos dónde estarán nuestros discos”, reflexiona Ariel, quien no baja música de internet, porque prefiere comprar los CDs o que se los traigan del exterior. El tecladista, se reconoce “muy fetichista de los discos: me gusta mirarlos, leer el librito, ver toda la elaboración”. Y es desde este gusto personal, que planearon ediciones diversas y pero limitadas de “Nada de Nada”. Por ejemplo, una de noventa y dos compacts, cada uno de los cuales incluía una de las plumas que fue perdiendo el canario que aparecía en uno de sus videos “Así que cada copia es única”.
Sin ir más lejos, cruzando la plaza está la farmacia Gel, un negocio de barrio cuya fachada se usó como escenografía de algunos videos de la banda. Pero no sólo eso: “acá enfrente tenés el combo que sacamos por lo de la gripe A”, apunta Ariel, “un barbijo, alcohol en gel y el disco Nada de nada, a veintipico de pesos, ¡más barato que en la disquería!”