29.12.09

Punk is (not?) dead: Unidos o Dominados

Por Julieta Colacito
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En la segunda edición del Festival Cinzano InEdit se presentó el documental PUNK NOT DEAD, de la directora y productora Susan Dynner.
En la sala llena del Atlas Recoleta, Walas disparó una presentación con ánimo de polémica: el punk está muerto, dijo, ya se los habíamos anticipado con el tema de Massacre Palestina en el 87. Los espectadores le contestaron, a los gritos, que todo lo contrario. Walas -que c
ontaba con la ventaja de haber visto el largo antes, y también de haber sido un poco vapuleado como frontman antes- no pidió disculpas.
Los mismos espectadores, hicieron después (hicimos) toda una declaración de distancia con respecto a lo que supuestamente íbamos a ver en pantalla cuando, a la media hora de haber arrancado dos veces el film en inglés sin subtítulos, no pasaron de algunos silbidos y quejas desde sus asientos. La película continuaría todo su metraje sin traducción. Walas no podría hab
er buscado una escena mejor para convalidar su punto de vista.

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Punk´s not dead es un docuemntal de 2008 que busca demostrar que, a pesar de la interacción con el sector comercial y de la absorción mainstream de su estética -y como dogmáticamente su título lo indica- el punk no ha muerto.
Tiene, para esto, dos respuestas y, por esto, dos problema
s.
Para empezar, su gran problema es el punk mismo: un movimiento surgido de la reacción, violento, intempestivo, antiprogramático a excepción del Do It Yourself, y aún más complicado por la propuesta aquella de vivir rápido y morir joven. Si está vivo o muer
to parece dejar lugar acá para una pregunta más polémica: si vive, en qué condiciones.
Es que en esta película, la respuesta parece bifurcarse entre los que "se incorporaron al sistema" pero se siguen /los siguen etiquetando como alguna variante híbrida del punk, y los otros, que permanecen lo más ajenos que pueden y siguen haciendo giras como hace veinte años, acompañados de esposa e hijos.
El otro pecado del film es una mirada demasiado centrada en la escena punk de las universidades de los Estados Unidos. Además, dedica una importante porción de metraje al cooptadísimo punk de principios de los noventa- The Offspring, Green Day, Nirvana (?), Sum41-; bandas con las que, dato aparte, mi generación tiene el problema de haberlas conocido consagradas via M
TV Awards.
Resulta una lástima que en esa elección se pierda la oportunidad de expandir la mirada, de bucear por esa veta punk en otras latitudes, cuya mugre y furia son hoy t
al vez más cercanas a las condiciones en las que donde surgió el punk -origen del que no reniega esa presentación prometedora en la que la directora contrasta la escena subterránea londinense con el discurso de su working class en plena recesión thatcherista.
No por nada explicaban los Ramones en un -este sí- conmovedor y genial documental como es End of the Century que su música le llegaba más a los chicos del tercer mundo porque no había como el día a día de ellos para entender qué era el no future.
En esa división se diluye el documental, que se queda con la cáscara de una polémica al que Massacre le contesta con furia contundente veinte años atrás.

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Una cuestión soslayada, pero que podría estallar en discusiones harto más interesantes que determinar el estado del paciente, sería por ejemplo, intentar una respuesta a qué es el punk. Una forma de pararse frente a la vida más que un inventario de bandas, un discurso, una ética, un estilo más que un género, una mentalidad más que una etiqueta en una batea, todas las anteriores, ninguna de las anteriores. Subimos la apuesta: qué es el punk hoy, en un contexto que como anticipaba Massacre, se apropia del gesto de la rebelión y la convierte en disco es cultura, en un arsenal de la Bond Street, en música de fondo para el baile en el caño.
También así, la glorificación de esas bandas eternas como Social Distortion o Stiff Little Fingers que aparecen en pantalla con el sólo mérito de haber permanecido en la ruta tres décadas se acercaría más a lo que los moviliza a seguir adelante y un poco menos a la aproximación nostálgica que hace Susan.
Incluso, en esa línea podría tener cabida la afirmación de uno de los músicos que dice que el punk antes era rebelarse, y ahora divertirse, o a la misma explicación de que no hay nada más punk para algunos que ganar dinero.
Preguntarse qué es el punk no solamente sería excluir la posibilidad del velatorio a cajón abierto que parece por momentos este film, seguramente empedrado de buenas intenciones. Sería proponer una pregunta que puede haber quedado por decisión misma de la directora fuera de lo planeado acá, pero que obliga a otra mirada, expulsa los fundamentalismos y se aleja del status quo.
Una pregunta, sin duda, mucho más punk.

1 comentario:

Anónimo dijo...

totalmente de acuerdo, muy buena nota!!